Suele decirse que todos los políticos son corruptos y que todos los ciclistas se dopan. Son tópicos, pero el que más y el que menos ha tenido alguna vez la tentación de pensarlo en serio alguna vez. Y como es lógico, al que no crea en la política o no le guste el ciclismo no le costará mucho trabajo quedarse con el "piensa mal y acertarás".
Pero no. A mí me gusta el ciclismo. Y ha sido, desde siempre y con diferencia, mi deporte preferido. Siendo así, uno ha vivido en más de una ocasión la sensación de haber estado perdiendo el tiempo cuando, tras ver una etapa vibrante, se descubre el pastel de que el protagonista se había dopado. Quieres creerte que la gesta que se hizo en solitario Landis en el tour de Pereiro es de verdad, pero luego se impone la lógica de que si alguien se hunde en una etapa no se rehace de una manera tan espectacular por arte de magia.
Lo más relevante del tema del dopaje, es la sensación que se le queda al aficionado que valora el esfuerzo y cree en lo que le está viendo. Al aficionado le tiene que dar igual quién sea el vencedor oficial de ésta o aquella etapa. Lo importante es tener la sensación de que lo que ha visto ha sido verdad.
Y ahora, que está de actualidad el tema de Contador, lo único que quiero decir es que aunque le hayan sancionado dos años, y le hayan desposeído de un Tour y de un Giro, esto al aficionado le ha de dar igual.